Cuentan las viejas historias, de ya hace mucho tiempo, que a la llegada de los españoles a Zacatlán, vivía ahí una hermosa jovencita, de grandes ojos y cabello negro, quien constantemente recordaba la partida de su amado, quien a la guerra había ido para ayudar a Nezahualcóyotl.
El día que el amado había de irse, junto a los demás guerreros, la joven, como todas las demás, fueron a despedirlos, entre abrazos y besos, la joven decía: "Que los dones de la gloria te sean concedidos y regreses seguro y triunfante, para unir nuestras vidas en un solo ser, yo te esperaré por siempre, cuan largo sea el viaje, te esperaré siempre ¡lo juro!".
Llegó el día en que los guerreros habían de volver, ella, emocionada, corrió al encuentro, pero él no había llegado.
Pasaron los días y la chica no paraba de llorar, hasta que llegó el invierno, y la bella joven vestida de blanco, ofreciendo su alma a los dioses y esperando "ser uno solo" se lanzó a la barranca, sin pensarlo. A la mañana siguiente, la barranca estaba inundada de neblina, de aquel mismo blanco de su vestido, y poco a poco fue subiendo y extendiéndose por el pueblo, en ese momento, todos supieron que era ella, la bella joven de grandes ojos.
Texto: Yadira Gayosso Fotografía: Azul Garrido
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