¡Vivo en un hastío! Hoy en la mañana estaba sentado en una banca del centro de Zacatlán, esperando a un amigo de la secundaria, tenía años sin verlo. Me desesperé pues habíamos quedado a las doce y media, pero llegó hasta la una y diez. Tenía muchas cosas que hacer en el día…
Respiro, me tranquilizo y comienzo a ver todo lo que pasa. Desde un lado del kiosco, a la derecha, tengo la perspectiva perfecta para notar cualquier movimiento. Las personas que entran y salen del palacio, como chapulines, van de una a otra puerta, no sé cuántos son, ni me interesa, pues todo el día es lo mismo.
Noto a los estudiantes de secundaria, preparatoria y hasta de primaria, que acaban de salir; todos platican y ríen, se pierden entre sus grupos de amigos, parece que se separan del mundo, entran a las heladerías cercanas, unos van por paletas y otros por papas.
Las parejas se abrazan, hablan de cariño y sueños, dentro del kiosco y en las banquitas de los portales, en el poco tiempo que tienen antes de regresar al trabajo o a sus casas. Todos platican y varios corren o caminan, con apuro, pues su trabajo se los exige. Sólo salieron a buscar una pieza o material que les faltaba, estoy seguro pues lo traen en sus manos.
Yo estoy en las mismas, pienso en el asunto que voy a tratar con Ignacio, mi amigo. Veo a todos. Y escucho, de repente, una bella música, no es de las más recientes, sino de las que siempre ponen en las empanadas el “Che”. Sí, su dueño es un argentino que se casó con una zacateca y vino a Zacatlán, la tierra de su mujer, o al menos eso creo.
Tenía media hora sin darme cuenta de la melodía, al parecer nadie lo hace. Excepto un perrito, a la mitad de la plaza, que disfruta la música; es de pelo rubio, un poco sucio, que mueve su cola al ritmo de la canción. Nunca lo había visto, pero sé que vive lo que todos en el centro no, un rato de tranquilidad y disfrute. Un ser feliz, su cola lo denota, en cuatro patas, al cual nadie le hace caso, pero a él no le importa.
Ahora que me doy cuenta de las pequeñas cosas que no disfrutamos, aquí en el centro de Zacatlán, gracias a un perrito que vive su vida sin preocupaciones de más. Él sólo vive y disfruta un momento de paz y felicidad, algo que el hombre ha dejado de hacer. Algo que yo no me di cuenta que perdí.
Volteo a ver mi reloj. Son casi la una diez, pero por fin veo llegar a Ignacio. Hola ¿cómo estás? -pregunto cordialmente-. Bien y tú- me responde sin vacilar-. Y así inició la plática para organizar una reunión de los compañeros de la secundaria “Ángel Wenceslao Cabrera”. Excelentes momentos aquellos y creo que, como todos, los disfruté.
Crónica por: Aklez / 19 años / Viví hasta los 15 años en Zacatlán, lo amo, ahora vivo en la Ciudad de México.
Foto: http://static02.ofertia.com.mx/poblaciones/Zacatlan_PUE/Zacatlan/extra1-157450830.v1.jpg <página consultada el 21 de enero del 2016>
Me dieron ganas de visitar Zacatlán!!!
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